Nos encontramos a mediados de noviembre, época en que en nuestra provincia las lluvias generalmente aparecen de manera seguida y con pluviometrías importantes. Esto permiten que los suelos y todos los cauces de los ríos provinciales comiencen a almacenar agua o a aumentar sus caudales, respectivamente. Pero hasta el momento eso no está sucediendo.
Por el contrario, las lluvias no aparecen o son esporádicas; y el agua no alcanza para nadie.
Los problemas de faltante son graves. Solo basta repasar lo publicado esta semana por LA GACETA, en sus ediciones del miércoles y del jueves, que dan cuenta de que el agua para consumo humano es totalmente insuficiente para muchas zonas de la provincia y de las principales ciudades tucumanas, ya que El Cadillal y los principales ríos tienen poca agua.
Actualmente El Cadillal se encuentra en su cota histórica más baja, según lo manifiestan los funcionarios de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT).
Ante esta situación, de que empieza a faltar el agua para el uso humano, agrícola-ganadero e industrial, los usuarios comenzamos a darle importancia a este recurso y, por ende, comenzamos a analizar la forma para conservarla y para hacer un adecuado uso de ella.
Actualmente estamos en fecha en que los productores de granos empezarían a trabajar en la siembra gruesa; las plantaciones citrícolas están con frutos cuajados, y los cañaverales están en pleno crecimiento para la campaña que viene. Pero en varias zonas de la región las lluvias aún se hacen desear.
Hasta la fecha el alargamiento de la sequía estacional -período de falta total de lluvias en la época invernal- a la que los tucumanos estamos habituados impide que la campaña tome el ritmo necesario.
Se sabe que el agua dulce está disponible de diversas maneras en el planeta, por medio de las lluvias o de las nevadas permanentes o estacionales que se dan en diferentes épocas del año; por medio de ríos o de lagos de montaña -y nuestra provincia es una de las que más ríos tiene en su pequeño territorio-, y por medio del agua subterránea a diferentes profundidades. Esas son las fuentes más comunes del aporte de agua. Para utilizarla, el hombre construyó diques -embalses o niveladores-, tomas de río, de represas; o perforó el suelo.
El uso del agua dulce para riego pasa a ser indispensable para producir adecuadamente en diversas partes del mundo. Y en varias zonas de nuestro país y de Tucumán.
Resulta importante destacar que el agua es uno de los elementos indispensables para la vida de cualquier especie viviente, por lo que su uso racional es un deber y una obligación que nos compete a todos, en cualquier ámbito; sea desde la vida cotidiana o desde nuestro trabajo.
El consumo de agua potable para los habitantes de cualquier ciudad -grande o pequeña-, de un pueblo o de cualquier sitio donde vivan personas tiene prioridad por sobre cualquier otra actividad -industrial, agrícola, pecuaria, energética, minera, medicinal, piscícola o recreativa-. Debido a ello, estas actividades siempre deben respetar un uso racional.
Hay que destacar que en aquellas zonas donde no hay agua se sufren gravísimos problemas y los datos que se conocen asustan. Casi dos millones de personas mueren al año por falta de agua potable. Y resulta probable que dentro de 15 años la mitad de la población mundial viva en áreas donde no habrá suficiente agua para todos.
El agua que usamos no sólo se precisa para beber. Casi todo lo que se hace en el mundo involucra el agua. Cuesta imaginarse cuán alto es el consumo individual si uno sólo piensa en lo que bebe o en lo que gasta al ducharse o al lavar ropa. Pero hay un uso “escondido”: el agua que se necesita para cultivar la comida que comemos y para hacer los productos que usamos y que consumimos.
El agua es indispensable para la vida en el planeta. Y según su disponibilidad en cantidad y frecuencia, muchos Gobiernos toman el recurso como cuestión de Estado.
En nuestra provincia y en muchas otras zonas de nuestro país sufrimos de fuertes sequías estacionales que perjudicaron diferentes cultivos y pasturas para la alimentación de ganado. Los caprichos de la naturaleza, que se dan por ciclos a lo largo del tiempo, afectan los cultivos. A veces, debido a la falta de agua; en ocasiones, a raíz de fuertes lluvias, que también provocan daños por exceso o escorrentías.
Cuando falta el agua se deben hacer los esfuerzos necesarios para aprovechar la que corre por nuestros ríos, por nuestro subsuelo y la que cae del cielo durante el verano.
En lo que respecta a los cultivos a secano, que en nuestra provincia son muchos, las instituciones de investigación y los técnicos siempre manifiestan de la necesidad de acumular el agua en los perfiles del suelo cuando llueve y ver la forma de conservarla con las técnicas que existen teniendo los suelos limpios y rotados adecuadamente. Esta agua acumulada luego sirve para que los cultivos se desarrollen.
En cuanto a los cultivos que precisan riego, la práctica sigue siendo materia pendiente si se verifica la superficie real de sistemas de riego y desagües en Tucumán, en relación al recurso disponible. Pensemos cómo hacer más eficiente su uso y nunca la desperdiciemos. El agua es vida.